El Papa pide a los sacerdotes que usen el internet, a los sacerdotes de Togo y Bolivia quizá, por que los cardenales me recuerdo desfilaban tal cual hombre de negocios con su laptop bajo el brazo en el Vaticano.
Son las 12 menos cuarto, mañana debo entregar el último capítulo de mi novela, novela de periódico, tal vez no sea lo mismo que Joyce entregando los capítulos de su Ullyses, ni mis lectores sean los mismos que se adentraban en la mente de Leopoldo y Stephen, pero el dinero es el mismo...
"Necesito la historia temprano, ¡para que demonios te pago!", decía mi jefe por el auricular, claro, tratar de explicarle a mi jefe lo que es el bloqueo de un escritor sería como explicarle los sólidos de revolución a un chimpancé.
A veces me pregunto si tendré fieles lectores, mi correo siempre aparece al final de cada entrega y nunca he recibido un solo comentario, ni siquiera uno malo, quizá sería más fácil cambiarme por sudoku, un crucigrama o 2 dibujos para comparar diferencias, pero la apariencia conservadora del periódico exige mantener un esbozo cultural, es como los cines de pueblo que ocupan las iglesias para sus "cultos" o los teatros ocupados por cualquier cannabi-artista para exponer su flujo creativo.
Alguien llamo a la puerta, pensé en no hacer ruido, así quién fuera pudiera pensar que estaba dormido o mejor aún, que no estaba, pero dijo: "Hey, si te vi entrar y acabo de ver la luz, abrí" sin duda, mi nada amable vecina, la reconocí además de sus buenos modales de tocar una puerta a medianoche, por su manía de siempre gritar.
"¿Tenes fuego?" me dijo con un cigarro en la mano, un Diplomat, la muy señora...
"Me resulta difícil que alguien no pueda tener fuego en su casa" exclamé molesto sin percatarme
"¿Siempre sos tan maleducado?" decía mientras me miraba furiosa y jugueteando con su cigarro, ¿por que alguien tiene que juguetear con un cigarro? es para fumarlo y ya, como la típica costumbre estúpida de girar uno cuando abren la cajetilla, que es mal augurio... mal augurio es que te lo fumes imbécil, ese o cualquiera, todos te van a agujerear el pulmón.
"No lo suficiente como para tocar a medianoche a un vecino" le dije.
"¿Tenes o no?" me pregunto mientras alzaba su cigarro.
"Si" le dije, mientras entre, ella también entro, sin previa invitación.
"¿Que es lo que haces?" me pregunto hojeando mis libros y algunos papeles regados.
"Pues soy escritor" conteste.
"Seguro sos discípulo de Bukowski" decía con desdén mientras se frotaba un pie con el otro.
"¿Conoces a Bukowski? eso si que me sorprende" le dije.
"Si, te lo digo por que lo leí una vez y me dio nauseas, las mismas que sentí al entrar aquí, no te caería mal limpiar de vez en cuando" dijo mientras miraba al techo y continuaba frotándose el pie.
"Ah... ya" respondí.
"Yo prefiero otro tipo de libros, me gustan esos que te sirven para algo en la vida, o que al menos te dejen pensando por días, como los libros de Coelho, no encuentro la lógica de leer algo que no te sirva, el otro día una amiga que vive en los Estados me mando el libro de Oprah Winfrey y ella sostiene que..."
"Acá está el encendedor" le dije mientras se lo pasaba y evitaba que destrozara la poca inspiración que me quedaba con un pensamiento escatológico, no sé por que ella creía que me interesaba que me hablara sobre sus gustos.
"Acá está el encendedor" le dije mientras se lo pasaba y evitaba que destrozara la poca inspiración que me quedaba con un pensamiento escatológico, no sé por que ella creía que me interesaba que me hablara sobre sus gustos.
"Bueno ¿y cuantos libros has publicado?" me pregunto
"La verdad ninguno, escribo para un periódico y ellos publican los capítulos por entregas" reconocí.
"La verdad ninguno, escribo para un periódico y ellos publican los capítulos por entregas" reconocí.
"En serio, ¿en que periódico?" dijo mientras su tono de voz cambiaba por uno más emocionado.
"En el Heraldo Cuzcatleco" le dije.
"¡¡¡Nooo, no lo puedo creer, yo siempre te leo los lunes!!! ¡me fascina como escribís, y yo que pensaba que eras un escritorsucho mediocre! te traigo la entrega de este lunes y me la firmas, ¿sí?"
"Claro" le dije, con una sonrisa avergonzada.
"Claro" le dije, con una sonrisa avergonzada.
"¡Adiós! ¡un gusto conocerte! ¡Emocionanos con ese final!" decía mientras salía.
Algo es seguro, no comeré esta semana, tan seguro como que debo cambiar el rumbo pensaba mientras enviaba la renuncia a mi jefe...