De niño jugaba en un patio de café, a saltar ladrillos, y
si fallaba alguno me ponía penitencias imaginarias, sobre esto o aquello que me
ocurriría en mi futuro. Y no dormía casi, pensando que eso futuro pudiese ser
real. En estos últimos días (o meses)
ciertos sucesos me han dado a pensar, y pensar, sobre el futuro, sobre el
presente y nuestro actuar. Estos hechos, ls dividiré en dos temas (que a lo mejor bifurcan?):
El olvido de los póstumos
disimulados
En un mismo mes, dos eventos se agruparon para formular este título.
El primero de ellos, cuando conocí en un viaje de trabajo, a uno
de los más grandes profesionales que existen hoy en día en el sector en el cual
me desarrollo, y las conversaciones que llegue a tener con él, me dieron mucho
en que pensar y hasta cierto punto, me hicieron reflexionar o cuestionarme
sobre muchas cosas que daba por ciertas. “En estos días cualquier imbécil se llama
un profesional de nuestro métier,
todos admiran a estos, y los que algún día de verdad hicieron algo por el mismo, de
esos nadie dirá nada, nadie los recordara” a lo mejor no transcribo exacta la
frase que me dijo, pero creo que el fondo de su pensamiento, si lo dejo
intacto. Y la verdad me parece triste, pues creo que para los que si lo vale,
el olvido de estos personajes nunca será opción. Aunque a lo mejor, el recuerdo
de estos, no abone tanto a la historia, a esa que cuenta en estos días.
El otro suceso, menos trascendental, quizá, recibí un
regalo: el homenaje a Agustín Lara de Natalia Lafourcade. Viendo el DVD, estuve a punto de llorar. Primero, lo evidente, por el trabajo tan
bonito que hizo. Y segundo, de pensar lo mucho suyo que me perdí, a pesar que
lo escuché por mis papas, a pesar que no soy un niño de la generación arte
resumido… cuantas generaciones más lo escucharan? Cuantas sabrán al menos su
nombre?
Las flores del estiércol
“There is a moment, immediately before life becomes no
longer worth living, when the world appears to slow down and all its myriad
details suddenly become brightly, achingly apparent.”
El día que Aaron Swartz se suicido, pasé leyendo un poco
su blog, y esa frase de una entrada llamada “A momento before dying”, me
marco de sobremanera. Me identifiqué con ella, no desde el punto de dejar de
creer en la vida, sino ese sentimiento de desesperación, de decepción, por estar en tiempos tan decadentes. Donde
hay pocos méritos. Los que lo merecen, son ignorados. Y cualquier mérito banal,
es sobredimensionado. No me sentí identificado por el hecho de creerme un genio
como él en vida lo fue, pero si por el hecho de haberme paseado por grandes
universidades del mundo, para encontrarme únicamente con idiotas. Idiotas con
egos únicamente comparables a sus frustraciones. Esa decepción que aparece el día que te das cuenta, que no existe sociedad o institución alguna, mas desarrollada que el individuo mismo. Una chica comentaba esta entrada, y decía que
esas luces que brillan, en un mundo tan obscuro, lo mejor que puede pasarles, es
que se apaguen. Es un sentimiento triste, derrotista. Del cual no soy partidario.
Podemos cambiar algo no cambiando nosotros mismos como diría Vedder?
Sigo siendo fiel creyente de ello.
Podemos cambiar algo no cambiando nosotros mismos como diría Vedder?
Sigo siendo fiel creyente de ello.
Que nos queda en este mundo?
Observar, escuchar y luchar.
Algunas veces podrán faltar motivos. Pero lo mejor, es que se le meta a la cabeza que nos sobran.
Algunas veces podrán faltar motivos. Pero lo mejor, es que se le meta a la cabeza que nos sobran.
Buena música al final, suficiente para meditar que en efecto, aunque el tiempo esté asquerosamente desalentador, tiene que haber algo más que solo *apagarse* en medio de la sombra.
ResponderEliminarSaludos! :)
Es lo que queda no? :D que tal tocaya, como te trata la vida? por donde te lleva?
ResponderEliminarUn abrazo,
Angel