Caminaba.
No le importaba hacia dónde iba, la única que le indicaba el camino era su nariz.
Se instalo en un país extraño, y al poco tiempo sabía más del terruño que los que le llamaban extranjero.
Caminaba.
Se dio cuenta de algo, su ego podría ser superado únicamente por su inteligencia.
A diferencia de Raskolnikov, se podía coger al mundo sin esperar ninguna represalia.
Caminaba.
¿Y que le importaba si tenía métrica o no? Joyce nunca la tuvo y subió un peldaño arriba del que esta sentado a la izquierda del hijo.
Había muchas verdades, pero la única que podría atribuirse el título lo acompañaba.
Caminaba.
Se reía del mundo, ¿porque?
Porque este era incapaz de hacerlo de si mismo.
Caminaba.
Se puso al mundo por bandera, lo nalgueaba y solo seguía caminando.
Le encantaba parafrasear, al fin y al cabo, fue su cerebro el que dijo todo esto hace algunos siglos, opiniones prestadas pero suyas finalmente.
Caminaba.
¿el nirvana? no, es muy poco.
Prefiero caminar.
sábado, 30 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)