martes, 22 de enero de 2013

No tieneeessh remedio


De niño jugaba en un patio de café, a saltar ladrillos, y si fallaba alguno me ponía penitencias imaginarias, sobre esto o aquello que me ocurriría en mi futuro. Y no dormía casi, pensando que eso futuro pudiese ser real.  En estos últimos días (o meses) ciertos sucesos me han dado a pensar, y pensar, sobre el futuro, sobre el presente y nuestro actuar. Estos hechos, ls dividiré en dos temas (que a lo mejor bifurcan?):

El olvido de los póstumos disimulados

En un mismo mes, dos eventos se agruparon para formular este título.
El primero de ellos, cuando conocí en un viaje de trabajo, a uno de los más grandes profesionales que existen hoy en día en el sector en el cual me desarrollo, y las conversaciones que llegue a tener con él, me dieron mucho en que pensar y hasta cierto punto, me hicieron reflexionar o cuestionarme sobre muchas cosas que daba por ciertas. “En estos días cualquier imbécil se llama un profesional de nuestro métier, todos admiran a estos, y los que algún día de verdad hicieron algo por el mismo, de esos nadie dirá nada, nadie los recordara” a lo mejor no transcribo exacta la frase que me dijo, pero creo que el fondo de su pensamiento, si lo dejo intacto. Y la verdad me parece triste, pues creo que para los que si lo vale, el olvido de estos personajes nunca será opción. Aunque a lo mejor, el recuerdo de estos, no abone tanto a la historia, a esa que cuenta en estos días.

El otro suceso, menos trascendental, quizá, recibí un regalo: el homenaje a Agustín Lara de Natalia Lafourcade. Viendo el DVD, estuve a punto de llorar. Primero, lo evidente, por el trabajo tan bonito que hizo. Y segundo, de pensar lo mucho suyo que me perdí, a pesar que lo escuché por mis papas, a pesar que no soy un niño de la generación arte resumido… cuantas generaciones más lo escucharan? Cuantas sabrán al menos su nombre?

Las flores del estiércol

“There is a moment, immediately before life becomes no longer worth living, when the world appears to slow down and all its myriad details suddenly become brightly, achingly apparent.”

El día que Aaron Swartz se suicido, pasé leyendo un poco su blog, y esa frase de una entrada llamada “A momento before dying”, me marco de sobremanera. Me identifiqué con ella, no desde el punto de dejar de creer en la vida, sino ese sentimiento de desesperación, de decepción, por estar en tiempos tan decadentes. Donde hay pocos méritos. Los que lo merecen, son ignorados. Y cualquier mérito banal, es sobredimensionado. No me sentí identificado por el hecho de creerme un genio como él en vida lo fue, pero si por el hecho de haberme paseado por grandes universidades del mundo, para encontrarme únicamente con idiotas. Idiotas con egos únicamente comparables a sus frustraciones. Esa decepción que aparece el día que te das cuenta, que no existe sociedad o institución alguna, mas desarrollada que el individuo mismo. Una chica comentaba esta entrada, y decía que esas luces que brillan, en un mundo tan obscuro, lo mejor que puede pasarles, es que se apaguen. Es un sentimiento triste, derrotista. Del cual no soy partidario.

Podemos cambiar algo no cambiando nosotros mismos como diría Vedder? 
Sigo siendo fiel creyente de ello.

Que nos queda en este mundo?

Observar, escuchar y luchar. 

Algunas veces podrán faltar motivos. Pero lo mejor, es que se le meta a la cabeza que nos sobran.