jueves, 26 de noviembre de 2015

Tram al sur

Y la pizza puede ser buena para tu salud. De hecho, muy buena.

Esta noche por ejemplo, Bartolo me ha hecho una pizza que cae mejor para el alma, que las curitas de Mafalda.

Bartolo es un imigrante siciliano en Burdeos. Su pasión es la gastronomía. La gastronomía que generalmente le cuentan a uno en los países pobres, es para las élites. En ningún momento de su vida creo que Bartolo haya sido rico, sin embargo, sabe más de gastronomía que muchas élites. Es más bien un chico del campo. Ese campo que tan conocedores de la gastronomía, nos ha hecho a muchos.

Comer en su pizzería saldrá 2 euros más caro, que comerse una pizza industrial en cualquier parte de la ciudad. Y la experiencia de comerse una de sus pizzas, es casi inigualable.
Las verdaderas élites de las sociedades, esas que hace mover generaciones, saben que los placeres más grandes de este mundo, se esconden en las cantinas más simples. Y que el cielo, es un ejército plagado de aburridos.

Bartolo es además el consejero de vida. El otro día llegó su banquero a comer en su pizzería. Y nos dio un par de lecciones que poco te enseñan en la escuela. Este es el hombre para quién de verdad trabajo, nos dijo, por eso nunca hay que tener pena para negociarle a su banquero, remató.

En su pizzería, cuando está a tope, caben 12. Y Bartolo se esmera en agradecernos por venir. Cuando quienes deberíamos agradecer, somos los presentes, no sólo por la calidad de sus pizzas, sino más bien por recordarnos que poco importa en esta vida lo que nos cueste hacer lo que hacemos para vivir, mientras nos guste.

Un siciliano en Burdeos queriendo crear otra cara de las pizzas. Un salvadoreño en Europa, queriendo borrar esa idea que el café es cualquier mierda negra con cafeína. Paso a paso, poco a poco, quizá vamos a lograr cambiar algo.  Y hasta valdrá la pena pensar que valió rebasar los 27... y casi llegar a los 30.

Si alguna vez viene a Burdeos, no deje de ir a la Capperi, en place Saint Pierre, hacen las mejores pizzas de la ciudad... y un poco más.





viernes, 3 de abril de 2015

Viernes Santo

Y es viernes santo
y me encontré comiendo carne de cerdo.
El pescado pensé era por tradición.
Como pude haber sabido era gastronomía dogmática?
Igual me pasó con un par de amigos...
un día me comentaron ser homosexuales,
pero como nunca me explicaron mis papás que eran diferentes,
entonces siempre los consideré iguales.
Incluso fuimos,
y seguimos siendo,
muy buenos amigos.
Que bueno que mis papás dejaron pasar tanto prejuicio pendejo,
y me enseñaron solo a respetar,
mis principios,
buenos o malos, al final míos.


jueves, 15 de enero de 2015

Oneguin, solo por joder

Tardes soleadas,
salidas piscicolas
pica-pica, por doquier.
Cerveza en bolsa
esto es Sivar,
don't mess with us.
En una de esas,
un chelito a quién le daba al sol
movido por unas bolsas de mas
(y la incapacidad que estas le daban
para articular correctamente),
preguntó a su amigo
con dotes de escritor,
un par de lineas
para honrar el aniversario
de su ninfa.
Su amigo,
quién estaba bolsas de mas
(aunque esté demás decirlo),
por aquello de emular a Oneguin,
y reír un poco,
escribió unos versos,
salidos de una pluma lejana.
Menos mal que la ninfa,
esta canción desconocía,
y aceptó con agrado,
las letras que Bronson ofrecía

Se acuerdan?
O también, tomaron unas bolsas de mas?
Nos vemos en febrero?






viernes, 2 de enero de 2015

Ideas extrañas

Virgilio Corneta. Militar israelí de baja. Emigró  hacia el país vasco español, con el objetivo de iniciar una vida profesional en el Frontón. Aprendió durante 17 meses en América del Sur el español, con este objetivo en mira. Se vio en serias dificultades sin embargo, al llegar a San Sebastián, y enterarse que no entendía ni media palabra de Euskera. Emigró finalmente hacia una ciudad fronteriza de los Estados Unidos con México, con la idea de criar y comercializar monstruos de gila para mercados asiáticos.
Virgilio tenía el pelo largo a los 17. Conoció, como Alex DeLarge, los placeres más grandes de la leche. Conoció además, desde muy joven, el lado más tierno de la ludopatía. Un tío, quién apenas le dirigía la palabra, y a quién probablemente muy poco le importaba su existencia, aprovecho el deceso de cada uno de sus familiares para enseñarle a jugar póker. En la vela de su tío, sin embargo, Virgilio jugó Solitario. La vida militar, más que una vocación, fue su manera de posponer su paseo por la prisión.
Al partir de España y llegar a México, conoció a una chica oriunda de Ciudad Juárez, quién se maravilló de su pequeña granja de monstruos de gila. Esto hizo a Virgilio, enamorarse de ella. Ella no se dio cuenta, y pensó que podría enamorarlo emulando una escena de un filme de Jarmusch, haciéndose pasar por una chica húngara y cantando una vieja canción de Screamin’ Jay Hawkins. Virgilio conocía el filme y le hizo gracia desenmascararla. Ella se sintió humillada, pero intento de nuevo un día que Virgilio cantaba cierta canción de “The Smiths”, ella se acercó a él y se la cantó al oído, diciéndole que le gustaba esta banda. Virgilio, también conocía este filme. El leitmotiv Oneguin, le hizo gracia a Virgilio, quién siguió el juego.
Ibis (como ella se llamaba), le comentó cierto día que mantenía correspondencias con un chico croata, quién al igual que ella, vivía frente a un mar y unas ruinas. Virgilio le propuso que se fuese con él, al norte de la frontera, pues allá sería más fácil obtener los permisos de exportación hacia mercados asiáticos, para sus monstruos de gila.  
Ibis, aceptó la propuesta, y decidió irse con Virgilio. El chico con quién mantenía correspondencia, de nombre Kolia (quién confeccionaba corbatas), al no recibir más sus cartas, decidió cambiar de lengua, y aprender italiano. Se adentró en la lectura de la Divina Comedia en su lengua original, con la única ayuda de un diccionario.  Al finalizarlo, decidió emigrar a un país donde se hablase italiano. Su opción lógica, fue Suiza.
Al llegar a Suiza, únicamente contaba con 250 francos suizos. Y 48 corbatas para vender. Gastó 130 por dos noches de hospedaje en una pequeña pensión. No vendió ni una sola corbata, pero si, intercambió dos, contra una docena de empanadas de carne a un chico argentino que conoció en un bus. El chico era metodista, y lo invito a venir a la residencia metodista. Bastaba únicamente, ser metodista. Kolia había pensado dormir en la parte de atrás de una vieja iglesia, pero cuando el chico mencionó a un profesor de Esperanto de la residencia, decidió hacerse pasar por un metodista solo por conocerlo y poder entrar en esta.
El profesor de Esperanto, de nombre Leotaldo, el día de la llegada de Kolia, se encontraba en Versoix.