Mi trabajo me ha llevado a conocer diversos lugares y entrar, o al menos intentar entrar, en las mentes de muchas personas, soy pues un busca talentos literarios, es menos elitista de lo que se escucha y quizá un poco más mal remunerado de lo que usted se imagina estimado lector.
He conocido de todo tipo de personajes, desde tipos sin mayor talento alguno, mujeres con sueños solo más grandes que sus corazones, haciendo escala forzosa en los vomitivos comprometidos, hasta aquellos que con un café en un bar cualquiera son capaces de hacer la novela más bien pensada, y en los lugares más contrastantes posibles, viajando sin documentos desde San Salvador, con paradas por Berlín, Torun y Londres, hasta la maravillosa tierra de los campos de lavanda de Aix-en-Provence.
Muchos han logrado ser publicados, y muchos no, diversas amistades he creado y muchas caras feas he visto al tener que transmitir a alguien que en efecto sus escritos bien podrían cumplir con la misma función del papel higiénico, pero siempre (y como en muchas historias quizá) voy a recordar a alguien en particular, alguien que conocí, no diré si va a ser publicado o si lo considero bueno o malo, pero una y mil veces podemos vivir tanto en una conversación, y como llegue a esta es lo que a continuación cuento.
Encontrabame en la ciudad de San Salvador, en mi calidad de Sildavio, muchas cosas de esta particular pequeña metrópoli me fascinaban, mucha gente que soñaba vivir caminaban las calles, una corta historia la acompañaba como cualquier otra ciudad latina, y sus pobladores muy prestos a no conocerla misma por corta que fuera, como cualquier otro latino.
Me habían dicho de muchos lugares a los cuales podía visitar para encontrarme con letras tristes, un lugar llamado “Maison de l’art” sonaba muy prometedor, por ello fue mi destino a visitar de entrada.
Llegue a un ambiente muy bohemio, pero como en general no estaba yo acostumbrado, un bohemio vacío y sin alma, las personas hablaban de su enorme erudición artística, y de sus plenos y escondidos talentos, jamás explotados por ese maldito sistema que no los entendía y además los reprimía, pero lastimosamente, nadie tenía talento y neuronas pocas quedaban a costa de la hierba. Cualquier músico creía poder componer, y además creía ser bueno, había unos incluso que tocaban tambores, al unísono tocaban sus tamborcitos y pitaban una y otra vez para guiar su “ritmo” si alguien ha escuchado esa frase de la decadencia de occidente, creo que acá se materializa perfectamente eso y escuchar, como bien dijo alguna vez Richard Ashcroft, su tan famoso y mítico himno urbano en un lugar tan banal como un Mc Donalds.
Salí de ese lugar muy desencantado, pues era en efecto dónde habíanme dicho sería mi mina de oro, así que regrese a mi hotel, pensando en mi regreso a Sildavia.
Antes de salir al aeropuerto baje por un café al restaurante del hotel, y estaba muy vacío, solo había un joven quién en un primer momento, no llamo mi atención.
Mientras tomaba mi café empecé a observar a este joven a quién note, era un tanto singular, leía una edición de Rimbaud en francés, y como no soy muy entendido de esta lengua, supuse por la palabra “enfer” que significaba de Una temporada en el infierno; anotaba mucho en una agenda que consigo tenía.
Quise hablarle, al fin y al cabo pensé, tal vez me pueda llevar una buena conversación de este país.
Cuando me acerque el ni siquiera noto que estaba frente a su mesa, me vio cuando alzo un poco la vista para tomar su espresso.
-Hola, ¿Cómo estás?- dije.
-Bien gracias…- respondió desconcertado.
-¿Puedo sentarme?- pregunté.
-Si usted no es gay si, si no sirva de irse por favor- dijo tajantemente.
-No te preocupes soy casado… y hasta tengo hijos-
-¿Se supone que debo felicitarlo?- dijo finalmente, mientras hacía un gesto con su mano invitándome a sentarme.
-¿Cómo te llamas?-
-¿Quién lo pregunta?-
-Leopoldo Dedalus Caldera, buscador de talentos literarios- y le pase mi tarjeta, la cual vio por un par de segundos sin mucho interés.
-Se ve que su padre era un admirador de Joyce señor Leopoldo-
-En efecto…-
-Cans, Cans Hastorp- y lo escribió en una servilleta para pasármelo, en son de burla y con clara alusión a mi tarjeta.
-¿Qué lees Cans?-
-Me parece que ya lo sabe señor Leopoldo, Una temporada en el infierno de Rimbaud-
-¡Ah Rimbaud, es un amor que dura toda la vida!... ¿y a que te dedicas Hans…- preguntaba, cuando hizo un ademán para que me callara. Estuvimos en silencio mientras sonaba una canción, “ya estás aquí y el paso que dimos es causa y es efecto… cruza el amor yo cruzaré los dedos” decía su letra, de verdad una de las canciones más geniales que he escuchado en mi vida.
-Disculpe usted señor Leopoldo, pero es mala educación hablar cuando suena Cerati, ¿Qué me preguntaba?-
-¿Qué a que te dedicas? Te preguntaba-
-Pues soy estudiante de ingeniería-
-¿Y en ingeniería leen mucho a Rimbaud?-
-¿Y los busca escritores suelen ser tan clasicistas?-
-¿A qué te refieres?-
-Si solo los busca en hoteles lujosos como este-
-La verdad no, en todos lados los busco, acá había terminado ya mi búsqueda, ese olor a plebe medieval me hizo rendirme en un instante-
-jeje… muy graciosa esa frase, y también muy cierta-
-¿no te molesta el que me exprese así?... al fin y al cabo es tu país…-
-¿Por qué habría de?, para empezar es cierto, además cada quién es nacional del lugar que desea, y yo, como Wilde escojo con quienes me relaciono por su apariencia, así que vivir acá, es comicidad pura.
-Cuanta frialdad… eso me agrada-
-Me agrada que le agrade señor, pero en realidad no es frialdad, es simple y sencillamente practicidad, es la naturaleza del hombre ser práctico, aunque poco nos guste reconocerlo, ¿para que buscar en alguien lo que uno es o posee? ¿No le parece tonto?
-Eres todo un personaje muchacho-
-¿Uno de Mafalda?... dígame que Miguelito-
-¿Y escribes Cans?-
-Sí, suelo escribir, aunque como Salinger, aunque sin talento claro está, para mí nada más-
-¿Y que escribes? ¿de que corriente?-
-Pues generalmente letras articuladas sobre papel blanco y sin ninguna corriente, suelo escribir con la ventana cerrada, usted sabe se vuelan los papeles…-
-Ja ja ja… has pasado mi primera prueba, siempre detesto que quieran inventarme mil y una tontería de lo que escriben y como lo escriben, detesto eso-
-¿Gustaría leer algunos de mis escritos?, tengo algunos por acá, son bastante cortos y simples, claro que hago la misma advertencia que algún día las unidades rumanas hicieron sobre sus posibilidades de ayuda a Hitler-
Me paso algunos de sus escritos, relatos en verdad cortos de 2 o 3 páginas, sencillos pero tan encantadores como la conversación que prestaba.
-Son muy buenos Cans, ¿me permites conservar algunos?-
-Sabe… si claro, los que quiera… sabe si dijera que soy de alguna corriente, quizá tendría que decir que soy un escritor Poquitivista, sí, eso sería… soy un abanderado del Poquitivismo-
-Ja ja ja… ¿que?-
-El otro día vi una película de un director gringo, en el cual solo eran 3 personajes, decían poco, bailaban una canción de Screamin’ Jay Hawkins que decía poco, y en general todo era poco, y alguien me hizo una muy mala crítica sobre la misma y me dijo que detestaba el cine minimalista, suponiendo que yo pues creo ser más escueto que un minimalista, así pues tendría que decir que soy un Poquitivista nato-
-De verdad que eres muy ocurrente-
-Bueno señor Leopoldo, ha sido un gusto, pero me parece que ya han terminado de lavar mi auto, que lo deje en el car wash de acá al lado y señor ocurrente debe retirarse-
-El gusto fue mío Cans, mucha suerte con la ingeniería-
Lo vi mientras se marchaba, quizá rondaba los 20 años, despeinado y de all-stars, difícilmente de estereotipar y sin duda, más de comprender. Al pararme para pagar la cuenta me vi con la sorpresa que él había dejado pagada la cuenta, a lo lejos vi hacerme un gesto de despedida con su mano.
Quiero una tarjeta de buscadora de talentos!!!
ResponderEliminarHuelvelena
cazadora de talentos e hipoglucémica
!!!!