Cerca de alguna colina,
viendo la fuente de la vida;
La inocencia regreso a Camenzind,
y con ella, toda la alegría del ignorar.
Una abeja a su oído se acerco:
-La vida no se detiene- le susurró.
-Ya lo sé, pero contemplar me gusta,
cuando me encuentro entre mis dos mundos-.
-¿Quieres que te acompañe a ver el cielo caer?- la pequeña inquirió.
-Mejor deja tu aguijón en mí,
y márchate al lado de mi ignorancia,
sean felices recorriendo juntas,
ese camino rebosante de latidos;
ese camino rebosante de latidos;
para que cuando el Asgard caiga,
perdonen mi osadía,
de contemplar el espectáculo,
de contemplar el espectáculo,
bajando mi vista-.
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