jueves, 19 de diciembre de 2013

Cuatro personajes en busca del tiempo de un autor

Este es un extracto inédito, de 4 personajes que buscan el tiempo desperdiciado y ocioso de algún escritor poco serio, y acaso modesto de sus capacidades que aun ignora.

Cans Hastorp. Estudiante de ingeniería. Le fascino el capitulo numero 10 de "Los Hermanos Karamazov". A sus 15 pensó en estudiar literatura, pero ser bueno explicando un ejercicio de física haciendo un nudo de corbata, lo alejo de esta idea. Siempre fue muy devoto del todopoderoso y santísimo... Tesla.

Leotaldo Dutchens. Profesor argentino de esperanto en un centro metodista de Ginebra. No asistió a sus exámenes orales finales de abogacía, y descubrió en el esperanto y su enseñanza, no una vocación ni mucho menos una pasión, pero si, al menos, una profesión con muchas vacantes laborales por rellenar. Padece de una enfermedad desde su nacimiento, la anosmia. Sin embargo, una vez sintió el olor de un café ecuatoriano luego de ser molido, o al menos creyó sentirlo. No le dijo a nadie.

Virgilio Corneta. Militar israelí de baja. Emigró  hacia el país vasco español, con el objetivo de iniciar una vida profesional en el Frontón. Aprendió durante 17 meses en América del Sur el español, con este objetivo en mira. Se vio en serias dificultades sin embargo, al llegar a San Sebastián, y enterarse que no entendía ni media palabra de Euskera. Emigró finalmente hacia una ciudad fronteriza de los Estados Unidos con México, con la idea de criar y comercializar monstruos de gila para mercados asiáticos.

Zocia Torunia. Rejoneadora polaca residente en la ciudad de Medina de Rioseco. Creativa y muy ingeniosa. Intento hacer un ritual un tanto curioso para obtener la vida eterna, desde una ruina romana frente al adriático, en un pueblo de Croacia. No funcionó. Sin embargo durante este viaje, descubrió tener raíces chilenas y heredó una casa de su tía abuela, en una pequeña isla, al lado de una antigua iglesia que ahora funge como hotel, cuyo propietario es un doctor alemán. Conoció, ademas, a un chico de nombre Kolia Kravata, quién confeccionaba corbatas. Kolia le mostró las correspondencias que intercambiaba con una chica mexicana, quién también vivía frente a un mar y unas ruinas. La belleza del español de estas cartas, la motivo a emigrar a España.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Fortitudine Vincimus

Hace tiempo les hablé de la nostalgia, y de como hay botones que la activan.
Este finde otro botón la activo, un olor a pólvora en la plaza de Quinconces, Bordeaux. Si, ese olor a pólvora que reacia los 24 y 31 de diciembre por Sivar.
La vida lejos del hogar nunca es fácil, pero uno se acostumbra  a sobrellevarla. Lo que es difícil a veces, es que aunque suene utópico, por alguna razón, siempre creí que iba a poder cambiar Sivar.
Y lo dejé, renuncié a ello, caí en mi pequeña (o gran) tentación egoísta, de emigrar y tener una familia lejos del caos que me vio crecer.
Repudio muchas cosas de esas que están matando al pulgarcito (de adaptación de Lovecraft): como las clases dominantes, sus élites de poder político y económico; y quizá la peor de todas, la indiferencia y la costumbre de vivir de mis compatriotas, en lo que esta pasando.
Ya no creo tener la solvencia para criticar lo que allá pasa, pues tomé la decisión de irme.
Es duro aceptarlo, pero lo he hecho ya. Sin embargo, lo que era mas difícil de aceptar, era esa idea subconsciente que siempre tuve: de que en esta vida tengo una misión. Una misión que dista y es complementaria, de aquella que también tengo de formar una familia.
Hace un par de semanas, en la tierra de Joyce, viendo un par de sacos de café de hace un par de cosechas (ese tipo de lógicas pendejitas que se casan bien con mercados que un año están a 300 cents y el otro a 100), volví a encontrar el sentido a lo que me decían mis profesores: un profesional es una persona que pone sus conocimientos al servicio de la sociedad. Volví a tener claro que tengo una misión.
En esta vida seguro ya no seré presidente de un país tropical (esa tarea se la dejaré a alguno de mis hijos... y quizá el país no sea muy tropical), pero al menos sé, que no me faltara cuchara para darle guerra a los banqueros del café.
No se me ocurre ninguna de esas frases pendejas que le atribuyen al Che para terminar este escrito, pero el creerme un Tesla del café, me dibuja una sonrisa de oreja a oreja... y le da un toque revolucionario un par de peldaños mas intelectual al mismo.