Hace tiempo les hablé de la nostalgia, y de como hay botones que la activan.
Este finde otro botón la activo, un olor a pólvora en la plaza de Quinconces, Bordeaux. Si, ese olor a pólvora que reacia los 24 y 31 de diciembre por Sivar.
La vida lejos del hogar nunca es fácil, pero uno se acostumbra a sobrellevarla. Lo que es difícil a veces, es que aunque suene utópico, por alguna razón, siempre creí que iba a poder cambiar Sivar.
Y lo dejé, renuncié a ello, caí en mi pequeña (o gran) tentación egoísta, de emigrar y tener una familia lejos del caos que me vio crecer.
Repudio muchas cosas de esas que están matando al pulgarcito (de adaptación de Lovecraft): como las clases dominantes, sus élites de poder político y económico; y quizá la peor de todas, la indiferencia y la costumbre de vivir de mis compatriotas, en lo que esta pasando.
Ya no creo tener la solvencia para criticar lo que allá pasa, pues tomé la decisión de irme.
Es duro aceptarlo, pero lo he hecho ya. Sin embargo, lo que era mas difícil de aceptar, era esa idea subconsciente que siempre tuve: de que en esta vida tengo una misión. Una misión que dista y es complementaria, de aquella que también tengo de formar una familia.
Hace un par de semanas, en la tierra de Joyce, viendo un par de sacos de café de hace un par de cosechas (ese tipo de lógicas pendejitas que se casan bien con mercados que un año están a 300 cents y el otro a 100), volví a encontrar el sentido a lo que me decían mis profesores: un profesional es una persona que pone sus conocimientos al servicio de la sociedad. Volví a tener claro que tengo una misión.
En esta vida seguro ya no seré presidente de un país tropical (esa tarea se la dejaré a alguno de mis hijos... y quizá el país no sea muy tropical), pero al menos sé, que no me faltara cuchara para darle guerra a los banqueros del café.
No se me ocurre ninguna de esas frases pendejas que le atribuyen al Che para terminar este escrito, pero el creerme un Tesla del café, me dibuja una sonrisa de oreja a oreja... y le da un toque revolucionario un par de peldaños mas intelectual al mismo.
Este finde otro botón la activo, un olor a pólvora en la plaza de Quinconces, Bordeaux. Si, ese olor a pólvora que reacia los 24 y 31 de diciembre por Sivar.
La vida lejos del hogar nunca es fácil, pero uno se acostumbra a sobrellevarla. Lo que es difícil a veces, es que aunque suene utópico, por alguna razón, siempre creí que iba a poder cambiar Sivar.
Y lo dejé, renuncié a ello, caí en mi pequeña (o gran) tentación egoísta, de emigrar y tener una familia lejos del caos que me vio crecer.
Repudio muchas cosas de esas que están matando al pulgarcito (de adaptación de Lovecraft): como las clases dominantes, sus élites de poder político y económico; y quizá la peor de todas, la indiferencia y la costumbre de vivir de mis compatriotas, en lo que esta pasando.
Ya no creo tener la solvencia para criticar lo que allá pasa, pues tomé la decisión de irme.
Es duro aceptarlo, pero lo he hecho ya. Sin embargo, lo que era mas difícil de aceptar, era esa idea subconsciente que siempre tuve: de que en esta vida tengo una misión. Una misión que dista y es complementaria, de aquella que también tengo de formar una familia.
Hace un par de semanas, en la tierra de Joyce, viendo un par de sacos de café de hace un par de cosechas (ese tipo de lógicas pendejitas que se casan bien con mercados que un año están a 300 cents y el otro a 100), volví a encontrar el sentido a lo que me decían mis profesores: un profesional es una persona que pone sus conocimientos al servicio de la sociedad. Volví a tener claro que tengo una misión.
En esta vida seguro ya no seré presidente de un país tropical (esa tarea se la dejaré a alguno de mis hijos... y quizá el país no sea muy tropical), pero al menos sé, que no me faltara cuchara para darle guerra a los banqueros del café.
No se me ocurre ninguna de esas frases pendejas que le atribuyen al Che para terminar este escrito, pero el creerme un Tesla del café, me dibuja una sonrisa de oreja a oreja... y le da un toque revolucionario un par de peldaños mas intelectual al mismo.
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