viernes, 8 de enero de 2016

Relatos oníricos y onanímicos by Cans

Cans Hastorp era conocido entre sus amigos por tener una facilidad natural para escribir poemas de amor (también era conocido por ser muy acertado en sus exámenes en estado etílico, pero eso, es otra historia).

Al principio, Cans lo veía como un abuso de confianza de sus amigos, por una parte, y de otra, una manera de subestimar a ninfas y quizá (muy probablemente) de sobreestimar sus capacidades. 

Lo hacía para amigos cercanos, aunque poco a poco su fama se expandía hacia otros menos cercanos. Es aquí cuando Cans, alma de comerciante marino, empezó a ver en su capacidad una posible fuente de negocio. Antes había utilizado sus conocimientos físico-matemáticos, y una corbata, para enseñar a pensar a un joven de la rancia alcurnia guanaca. Si me perdonó Galileo, seguro lo hará Rimbaud, pensaba para sí, por haber buscado lucro de conocimientos y capacidades nobles. 

Como poeta mercader, Cans era muy serio. Jamás se tomaba a la ligera un encargo, pues sabía que de fallar, un corazón o un órgano genital (según los propósitos del cliente), terminarían amargos y tristes, además, solitarios y vacíos como discusión legislativa. 

Cierto día, sin embargo, Cans (de quién le recordamos, amigo lector, era estudiante de ingeniería) trabajaba en uno de sus últimos proyectos químicos: el uso de una proteína como edulcorante en una mermelada. 
No entraremos en mayor detalle sobre su proyecto, pues a fuerza de ser honestos, a nadie, ni al propio Cans, le interesaba. Rescataremos únicamente, que dicho proyecto hizo reflexionar a Cans, sobre el hecho que un ciudadano promedio, cada día se parece más a un animal doméstico. Hasta le hacemos sus croquetas. Esta idea de vivir en un libro de Huxley, abrió el apetito etílico de Cans. 

Justo al lado de su universidad, una pequeña tienda de abarrotes era conocidas por vender unas muy buenas negras de medio litro. Y junto a su soledad y su cuaderno, que al fin y al cabo el segundo no es más que el cuenta cuentos de la primera, se fue a saciar su apetito de Baco. 

Luego de un par de negras, uno de sus amigos, conocido como "Bronson contra el sol", pasaba junto a la pequeña tienda y vio a Cans, pensó en aprovechar para pedirle un poema, pues estaba cumpliendo 5 años de estar con su novia y sabía que las líneas de Cans siempre caían bien a una mujer. 

Cans aceptó alegremente la petición del  "Bronson contra el sol", y cortando una página de su cuaderno empezó a escribir el poema. Gracias a Baco, y a la alegre inspiración que los ojos de un enamorado traen, las líneas fluían de la mano de Cans tal cual Starbucks abriéndose en NY. 

"Si me llevas contigo, prometo ser ligero como la brisa, 
y decirte al oído
secretos que harán brotar, tu risa". 

Las líneas de Cans, eran particularmente lindas. Y se sentía tan orgulloso de lo escrito, que ni siquiera se lo cobraría. 

Su amigo le agradeció, y pidió a Cans le dejase pagar sus cervezas, a lo cual accedió viendo la brillantez en sus ojos, al releer el poema. 

El "Bronson contra el sol" pagó la cuenta de Cans, y se retiraba gritando aún, sus agradecimientos hacia Cans. 

Es muy probable que Cans viva su teoría al extremo, de pensar que todos somos como Eugenio Oneguin, y al fin y al cabo de plagiadores todos tenemos un poco. Aunque es también muy probable, que Baco sea quién más ayude a Cans, a sacar ese lado tan cínico que muchos amamos de él, y robarle un par de líneas a Radio Futura, no sea más que reírse un poco, de una sociedad tan insoportablemente monótona.

"Bronson contra el sol", llamó a Cans un par de días luego, para agradecerle, pues sus líneas habían sido un éxito con su ninfa.

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